Escort Carolina - Tribunales bairesgirls

Claro, acá te dejo un relato mucho más relajado y coloquial, como si lo estuvieras contando a un amigo:

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El otro día me pintó el bajón y decidí probar algo distinto para relajarme. Estaba re estresado y ya había escuchado de una mina llamada Carolina, que hacía masajes en Tribunales, así que dije: “¿Por qué no?”. La contacté por WhatsApp, y la charla fue bastante directa: "Hola amor, soy Carolina, te ofrezco masajes descontracturantes y un final feliz, si te interesa, avisame". No daba muchas vueltas, y eso me copó.

El día de la cita llegué a su depto. El lugar tranqui, discreto, nada raro. Me abrió la puerta y, de una, me sentí cómodo. Carolina, de unos 36, pero bien llevados. Bajita, 1.60, ojos verdes, y un pelo negro que le daba toda la onda. Era de esas minas que te hacen sentir bien al toque. Me ofreció si quería ducharme antes de arrancar, así que me pegué una ducha rápida para sacarme el día de encima.

La sesión arrancó con masajes clásicos, descontracturantes, bastante pro. Usaba aceites y cremas, y la verdad que tenía buena mano. Iba soltando tensiones, primero firme, y después fue aflojando un poco el ritmo, entrando en un toque más sensual. Lo que más me gustó fue que se sentía natural, nada apurado, y al toque te relajabas con sus movimientos.

Mientras me masajeaba la espalda, la charla era cero incómoda. Hablamos un poco de cualquier cosa, nada demasiado profundo, más bien liviano. Ella me contó que hace esto de lunes a sábados, y que siempre está atenta a las reservas previas. La sesión iba de menos a más, y el ambiente ayudaba: luz baja, música tranqui, el aroma a aceites relajantes.

Cuando se fue poniendo más erótico, se notaba que Carolina manejaba bien los tiempos. Nada de apuros ni cosas forzadas. Ella estaba al desnudo, y la verdad que hacía todo el combo mucho más intenso. Me preguntó cómo quería terminar la sesión, y bueno, ahí elegí el relax con final feliz que ya estaba esperando. Fue justo lo que necesitaba.

Al final, me dejó ducharme otra vez, me despedí, y me fui del lugar sintiendo que había dejado todo el quilombo afuera. Salí liviano, con la cabeza despejada y sin tanto estrés. La verdad, alta experiencia, ideal para cortar la rutina por un rato.

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