¿El mensaje rompe las reglas?
Reporta a Lord Carrington
[XP] Majo BG: Aventurándome fuera de la zona de confort.
03-Jul-2022, 20:53
Todos tenemos ciertas preferencias en lo que respecta a las características que nos llaman la atención, nos gustan o nos atraen del sexo opuesto. En mi caso podría definir por ejemplo mina joven, rasgos finos, rostro atractivo, curvas sutiles, estilo modelo. Entonces ¿Qué carajo hace que uno visite a una mina que no cumple ni medio requisito de esos? Y, más extraño todavía, que además te ponga la pija como un garrote. Rarezas de la psicología humana que mi relato no pretende aclarar sino más servir de vehículo para compartir con el lector esas dudas.
Tal vez el detonante sea la auditora externa que se instaló en mi oficina a escasos metros de mi escritorio y que no solo altera mi rutina laboral, sino mis hormonas, con esos trajes Chanel ajustados y esos stilettos que resaltan su atractiva figura de mujer madura.
Quizás haya proyectado en Majo mis fantasías de cogerme a esa molesta presencia que deambula con sus insistentes pedidos por los mismos lugares que yo. En otras circunstancias, con mi carácter desfachatado, no hubiera dudado en avanzar con alguna propuesta indecorosa pero hay una cierta imagen laboral que, incluso un tipo como yo, debe a veces mantener. No en vano el director general me sugirió sutilmente que sea "cuidadoso" con la auditora. Traducido al castellano: "No vayas a ser tan pelotudo como para tirarte un lance"
Las fotos de Majo de la página, con ese estilo de oficinista, me tentaron para cumplir mi fantasía reprimida y, de paso, conservar en el laburo esa artificial imagen de tipo responsable. Le escribí por WhatsApp y coordinamos para vernos un rato más tarde.
Edificio antiguo ubicado en Uruguay al xxx. De afuera no llama mucho la atención. Una vez que uno entra la cosa cambia. Tiene una arquitectura muy bonita, estilo parisina. El lugar se encuentra muy bien mantenido a pesar de los años. Una amplia galería con las clásicas baldosas de tonalidades combinadas como si fuera un tablero de ajedrez. Detalles de muy buen gusto y una limpieza destacable. El edificio consta de dos cuerpos. Para acceder al departamento de Majo hay que atravesar un pequeño patio, muy de principios de siglo XX, y acceder al segundo cuerpo. Me entretuve un poco mirando ese atractivo jardín como si hubiera realizado un pequeño viaje en el tiempo. Subí por las escaleras y toqué el timbre en el lugar indicado. Me abrió Majo con un ambo de masajista. Primera impresión. Claramente fuera de mi target. Robusta, voluptuosa. Lejos de la sutileza más acorde con mis gustos. El uniforme de masajista tampoco ayudaba, al menos en mi caso. Le daba más aspecto de personal de la salud que de dama dedicada a los placeres mundanos. Sus rasgos faciales tampoco encajaban con los de mi escala de preferencias. Traté de recordar las fotos de la página. Hay un claro retoque. No es escandaloso pero lo suficiente como para fruncir el entrecejo. Dentro de todo ese panorama un tanto desalentador un detalle que no pasa desapercibido. Un enorme, y nada sutil, par de tetas se insinúan obscenamente dentro del ambo de masajista. Esa mujer madura que tengo enfrente tranquilamente puede cumplir por una hora el rol de auditora que tanto estoy buscando. Tiene un parecido que sirve a mi propósito.
Majo me precede en una caminata por ese amplio lugar. Visualizo dos o tres gabinetes. El que me toca tiene el número 3 en la puerta. Es un espacio diminuto, exiguo. No hice la prueba pero estoy seguro que si extendía los brazos a lo ancho tocaba ambas paredes. La pequeñez le da un excesivo aire de plenitud. Al final del gabinete una silla alta para dejar los enseres personales. Un banquito pequeño y un par de repisas completan el mobiliario y al costado, contra una de las paredes, la camilla. Mirando ese deprimente espacio me hago una idea de lo que debe ser coger en un submarino. La luz tenue tampoco permite una visión plena. Para compensar podría decir que Majo mantiene una limpieza y un orden impecables, además un agradable aroma a sahumerio le da un halo de calma al lugar. Majo me pregunta si quiero masajes. Sonrío y le digo que no. Enseguida entiende que vengo sólo a coger. Me da una toalla y mientras paso al baño a ducharme ella se va a cambiar al cuarto contiguo. Vuelve con un catsuit negro. Mucho más erótico que el ambo de masajista. Mis ojos son atraídos por el efecto magnético de esas tetas.
Fui directo a besarla mientras la agarraba del culo. A pesar de su voluptuosidad Majo tiene todo firme. No escatima lengua al besar. Abre bien la boca pero es un poco atolondrada. Te choca todo el tiempo, parece desacompasada. Le saqué las manos del orto y se las llevé a las tetas. Imposible abarcar eso. Le bajé el catsuit hasta la cintura y mi dignidad y buenas costumbres se asemejaron a las de un salvaje al empezar a chupar esos pechos. Si hubiera que definir la palabra “lujuria”, lo más gráficamente posible, sólo bastaría presenciar esa escena apenas unos breves segundos. Ya agotada mis reservas de saliva en esas tetas, Majo se dio vuelta y muy sensualmente se terminó de desvestir, quedándose en tanga y tetas. Se inclinó contra la camilla y empezó a frotarme el orto contra la pija. Me saqué el bóxer y le apoyé la pija dura, que se perdió entre esas nalgas. Empecé a frotarla sin ningún pudor. Me imaginaba a la auditora inclinada contra la mesa de mi oficina, intentando descifrar las finanzas del último trimestre. “Se te está poniendo más dura todavía” me decía Majo. Ella no sabía que en mi mente estaba haciendo un trío. Me acosté boca arriba en la camilla. Majo se subió también y empezó a chuparme la pija. Ante la falta de cama teníamos que ser lo más creativos posibles con las posiciones. La chupaba lento y con mucha saliva. Cada tanto le escupía la cabeza y veía toda la baba de Majo descender por el tronco hasta mis huevos. Me estaba calentando mucho. La dejé chupar un buen rato. Alguna que otra arcada, un masajeo a los testículos. Fue variando técnicas hasta dejarme cerca del clímax. Antes de coger quería, obviamente, una buena turca. Me senté en la camilla. Majo parada al costado. Se inclinó un poco, se aceitó las tetas, me escupió de nuevo la pija y la aprisionó entre esos melones. Empezó a pajearme a un buen ritmo. Mi poronga estaba perdida entre esos enormes pechos. Traté de aguantar lo más posible. No era fácil. Le pedí que me ponga en forro. Ella se sacó la tanga. Se inclinó por enésima vez contra la camilla y la penetré desde atrás. Cogimos de parados un buen rato. Mucha opción de otras posiciones no teníamos. O tal vez no estaba tan mal esa vista. Cada tanto me inclinaba un poco yo también y sin dejar de bombear la agarraba de las tetas. Ya había aguantado todo lo que podía. Un papel más que digno. Le pedí acabarle en las tetas. Majo se sentó en ese pequeño banquito y yo me paré enfrente de ella. Con una mano se juntó las tetas para alzarlas y ofrecérmelas. Con la otra mano hizo el poco erótico gesto de taparse un poco la cara para atajar un eventual lechazo descontrolado que desembocara fuera de la línea de tiro. Créanme. No hay nada menos sensual que ese gesto. Me pajee un poco con la pija apuntando a sus tetas. Le iba a decir que me pida el último resumen de inversiones pero ella no iba a entender un carajo y no quería quedar como un pelotudo. Finalmente le llené las tetas de semen. Como un gentleman el guascazo no salió de la zona de destino. Me dejó completamente vacío. Le alcancé papel para que se limpie la leche y ambos nos fuimos a dar una ducha, por turnos.
Sorprendentemente todavía quedaba algo de tiempo. Majo volvió con una bata negra abierta que me calentaba bastante. Me preguntó si quería masajes. Asentí. Ya estaba fusilado. De todas formas me acosté boca arriba. Entendió perfectamente. Se aceitó las manos y fue directo a la pija. Sin rodeos. Pensé que ya estaba fuera de combate pero con ese masajeo se me empezó a poner dura. En cuánto estuvo medianamente firme Majo empezó a chuparla. Le levanté la bata y le metía la mano en la cola. Con la otra le acariciaba las tetas. Tiene una piel muy suave y cuidada que cualquier pendeja envidiaría. El resto del tiempo que nos quedaba fue una alternancia entre paja, chupada y turca. Cuando sentí que venía de nuevo la descarga le avisé. Ella acercó la pija a las tetas y recibió un nuevo lechazo. Me siguió pajeando hasta que salió la última gota. Se pasó la cabeza de la pija por los pezones, me guiñó el ojo y fue a ducharse. Me quedé un par de minutos en la camilla recuperando fuerzas. Ducha final y nos despedimos.
Al otro día cuando llegué a la oficina la auditora ya estaba instalada. La saludé y me sonrió de forma seductora. Al rato vino con su traje Chanel ajustado a pedirme acceso a algunos archivos del sistema. Parecía no recordar los dos guascazos que le había dejado en las tetas el día anterior¸ ni la cogida que le di en la mesa dónde estaba instalada con su laptop. Miré en la silla dónde había estado sentada pero no encontré rastros de la bata negra. Tal vez ella también intentaba mantener una imagen laboral de seriedad.
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