Escort Adriana - Tribunales, con garantía de satisfacción

Cómo hablar de Adri sin repetirse. Decir cosas que no se han dicho es todo un desafío. Pero vale la pena el intento. Se justifica por su piel aterciopelada, sus besos y entrega. Por todo lo que uno imagina, y ella satisface, aun desde antes de verla vestida de Eva.
“Los ojos felices y felinos miran y de mirar nunca se cansan. Es una vocación para las manos. Para los labios, es casi un destino, y para el corazón, un despilfarro. Siempre es una fiesta. Genera luz propia y enciende el cielo raso. Se convierte en realidad y es una gloria no ser inocente”, como canta Joan Manuel Serrat.
Adri, siguiendo al gran catalán, “desbarata por una vez la muerte.” Por sus besos sin igual. Que no pueden definirse como tales. Son caricias al cuerpo y el alma, manjares de una lengua que no da tregua, ni se frena ante nada. Mientras te atraviesa con sus ojos celestes, no deja rincón sin recorrer. Es un imán del que uno no puede desprenderse. No puede ni quiere. Hay que sentir esos besos, gozarlos. A fondo.
Apenas uno traspone la puerta de su departamento sabe que va a desplegar toda su seducción. Toda. Sin retaceos. La sonrisa no la abandona nunca. La onda frente a lo se le proponga es de una irresistible sensualidad. Su cuerpo es una invitación a sumergirse y bucear en él hasta las entrañas. Descubrir sus secretos es tan tentador como disfrutar de la excelencia de su servicio.
Sus masajes, si uno quiere hacer uso como parte del calentamiento previo, y qué calentamiento, no son masajes. Son más que eso. Con sus manos, senos grandes y naturales, todo su armonioso cuerpo, despierta algo único. Imperdible. Inimaginable. No deja rincón sin visitar. Ninguno. La sensación térmica vuela. Ni el aire acondicionado a full consigue bajarla.
Hay que rendirse ante sus inigualables black kiss. Transportan a otra dimensión. Sólo exige entregarse y una higiene sin concesiones. El dulce y esperado saludo al amigo, sea boca abajo o llegado el momento de exhibir una altiva rigidez imposible de evitar a esta altura, es de una tibieza tan envolvente y húmeda, que termina por desatar todos los nudos. Entonces, se hace irresistible el instinto de querer penetrar, sin más, hasta lo más profundo de su impecable sexo.
La ineludible protección abre paso a las mil y una formas de disfrutar del placer que sólo Adri puede brindar. En el colchón del piso o en el futón que completa el cuarto con camilla, no importa; en la posición que más disfrute ella, uno o los dos, el camino al éxtasis viene con certificado de garantía: tarde o temprano, irremediablemente acabar. Hasta se puede elegir dónde. También es una opción para comprobarlo la colita, disponible por un extra ampliamente justificado, que lleva el regalito a $9.000 de la más redituable inversión en placer.
¿Si es bella? La belleza, que la tiene, pero sin exageraciones, queda a la sombra de un servicio sin condicionamientos. La piel blanca se reduce a diminutas partes a las que, por estos días, el sol no pudo llegar y a la que sus privilegiados visitantes sí podemos acceder. El amplio departamento contrasta con un baño que, si bien tiene todo, cuenta con una ducha sin mampara ni cortina.
Adri no es perfecta. Tiene varios “defectos comprobables” quebrando la barrera de los 25. Es poco menos que imposible experimentar una hora de ensueño con ella. Su agenda casi no tiene disponibilidad, a menos que se tenga la previsión de hacer reserva de sus encantos, y qué encantos, con varios días de anticipación. Yo lo conseguí el jueves 5 de enero. Vaya que se justificó la búsqueda y el regalo anticipado de los Reyes. Tanto como la segura reincidencia. Es su “culpa” hacer todo, y más, para que uno vuelva a Uruguay al xxx.
Otro “pecado”, que lamentablemente todos padecemos, es que nunca son suficientes 60 minutos. Nunca. Pero peor es nada. Que haya escrito tanto, también es su responsabilidad.

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