¿El mensaje rompe las reglas?
Reporta a Lord Carrington
[XP] Kia: El eterno retorno al origen bairesgirls
09-Oct-2024, 17:01
Mis últimas incursiones fuera de la zona de confort me han traído experiencias completamente intrascendentes. Ni siquiera malas, más bien aburridas, insulsas. No las escribo, por un lado porque carecen de toda narrativa y por el otro porque tampoco quiero perjudicar a nadie en su laburo. Asumo mí parte de responsabilidad en algunas de esas situaciones poco ideales. A pesar de ello, sigo insistiendo.
La idea de transitar este rubro es, justamente, no aferrarse a nadie. Tener esa libertad de no comprometerse y, precisamente por ello, poder ser completamente abierto ya que ni los celos, ni las inhibiciones intervienen de la forma que lo harían en una relación humana de otro estilo. Dicho en buen criollo, conocer minas nuevas me saca del hastío cotidiano y la novedad de coger con una desconocida actúa como un afrodisíaco. Si existiera una sociedad dónde estuviera aceptado que una mina cualquiera en el subte te invite a coger en un rincón, si le gustaste, claramente sería una sociedad menos conflictiva y más armónica.
En fin....El lado B de todos estos delirantes planteos, es que no siempre lo novedoso es mejor que lo conocido. A veces esa cuota extra de morbo, por cogerte alguien que encontrás por primera vez, no es suficiente para compensar a alguien que te conoce y te coge con ganas cuando te ve. Entonces mi solución salomónica es alternar entre ambas partes de esta dicotomía.
A Kia la conozco hace años. La visité en distintas moradas y cogimos en camas, camillas, sillones o, simplemente, contra una pared. Lo bueno, que no importa que seas el primero o el último cliente, te coge como si hubiera tenido días de abstinencia sexual. Se entrega al 100% y no le dice que no a nada. Lo malo, es una odisea ubicarla libre y (como no labura todos los días) los turnos los tiene pegados, uno detrás del otro. Es como entrar en la cadena taylorista de producción.
Con el tiempo me acostumbré (a la fuerza) a planificar con antelación mis encuentros con ella. Le escribo unos días antes y combinamos el turno. Su departamento es un sencillo monoambiente pero perfectamente equipado para la comodidad del cliente. Sin lujos pero sin faltantes. El baño, eso sí, bastante pequeño y con una distribución extraña, ya que (debido a su escaso espacio) el inodoro ocupa un lugar debajo de la ducha, quedando tapado por la cortina. No pienso mudarme a ese departamento, solo voy a coger una hora. Así que por mi parte, es apenas un detalle. Ella alterna los días de trabajo con otra conocida escort. Unos días está Kia, los otros su amiga.
A la hora acordada le mando mensaje, me da el OK. Saludo a la portera que simpática chusmea, aunque sin intervenir en el trajín del gentío que entra y sale. Ascensores del fondo. Es el típico edificio dividido en dos cuerpos, con elevadores exclusivos para cada parte. Llego al lugar. Golpeo la puerta. Abre Kia. Malla enteriza roja, tacos altos, el pelo atado con cola de caballo, las enormes tetas que indisimuladamente se marcan bajo las prendas. Me da un beso en la boca y me agarra la pija. Así como puedo cierro la puerta. Kia es simpática, tiene un físico con buenas curvas y coge bien. Tres virtudes, que unidas, dan un valor incalculable a quien quiera que sea su poseedora. En medio del franeleo vuela el saco, la camisa y las tetas de Kia ya están en mi boca. Con un enorme esfuerzo de voluntad logro zafarme, pido una toalla limpia, y con la pija parada voy a darme una ducha. Cuando vuelvo Kia está en la cama. Me gusta coger con ella porque tiene un estilo moldeable. Puede ser una novia apasionada o una amante caliente que te viola. Sea cuál sea el rol que decida jugar lo hace a pleno. Besa con lengua y con ganas. Enseguida viene uno de sus platos fuertes. El oral. Muchas veces me dejé llevar por el placer y el primer polvo se lo dejé en la boca. Te lame la cabeza, el tronco, los huevos y cuando se pone la pija en la boca empieza una carrera frenética de menor a mayor. Garganta profunda con arcadas. Exceso de saliva. En minutos te muestra toda la
práctica de la "Enciclopedia del Oral". Si le das vía libre acelera el ritmo hasta que, inevitablemente, uno termina largando el lechazo. Esta vez la frené para cogerla. Agarró un forro de la mesita de luz, me lo puso y, con la celeridad propia del rubro y de la experiencia, en escasos segundos la tenía montada encima, jineteando. En los instantes posteriores me limité sólamente a prestarle a la dama la pija parada para que ella salte encima. Cuando sentí que estaba por acabar le dije que se ponga en cuatro. Antes de eyacular quería hacerle la cola. Se lubricó el ano y la penetré. Cogimos un rato hasta que la excitación fue irreversible y terminé llenando el forro de semen, dentro de su culo. Mi sensación era la misma que uno tiene luego de correr el sprint final en una carrera. La diferencia era un preservativo lleno de leche.
Duchita, charla de recuperación y fugaz mirada (de mi parte) al reloj. Por experiencia sé que no puedo excederme en el tiempo porque me pasó de sentir el timbrazo del
próximo cliente en plena cogida y, seamos sinceros, no hay cosa más difícil en la vida que acabar a contrarreloj. Me sentí medianamente recuperado y volvimos a franelear. Cuando la pija se puso dura Kia volvió a darme esa chupada que no pasa desapercibida. Esta vez la dejé seguir hasta darme cuenta que iba a dejar la descendencia. Le pedí que se siente en el borde de la cama. Me paré al lado de ella. Le puse la pija entre las tetas y me hizo una turca hasta que eyaculé. Me encanta acabar en sus tetas y verla irse con mi semen al baño a darse una ducha. Después pasé yo. El inevitable timbrazo del otro cliente llegó mientras me cambiaba. Comparado con otras experiencias anteriores podría decir que administré el tiempo de forma excelente. Así y todo, odio los turnos pegados.
Tomé el ascensor, saludé nuevamente a la portera y volví al mundo real (o al menos al mundo cotidiano). Quizás como última reflexión diría que si bien, los que transitamos este rubro, sabemos que la regla de oro es que no hay compromiso, inevitablemente se crean vínculos. No somos máquinas. Cuando uno visita asiduamente a una dama surgen charlas, intimidades, risas y cierta confianza. También tenemos que tener claro que cualquier visita puede ser la última que hagamos. Que de un momento a otro podemos no ver más a esa persona. Y está bien que así sea. Es algo que tácitamente asumimos desde el primer día que nos metemos en esto. No hay que olvidarlo. Sin embargo no debemos carecer de humanidad. Me resisto a verme reflejado en los versos de la "Milonga de Calandria" de Borges.
"Cuántas veces en Montiel
lo habrá visto la alborada
en los brazos de una mujer
ya tenida, ya olvidada"
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