¿El mensaje rompe las reglas?
Reporta a total.esunratito
[XP] [XP] EL HADA DEL IBERA
27-Oct-2008, 10:26
Relato de ficción con sexo real explícito
El sol iniciaba su aparición en un horizonte mezclado de palmeras, lagunas, árboles diversos y miles de aves que adornaban la vista, desde un tono gris a un estallido de multicolor efecto.
¿Qué hace tan distinto este paisaje, de otros que conocí? ¿El perfume salvaje que sube hasta mis narices transportado por la humedad que el rocío levanta con la tibieza solar?
¿Qué mano celestial cinceló esas aves rosadas, “caracoleando” con sus picos burdos, en el barro de las orillas, en un desayuno natural y cotidiano de vida que absorbe vida?
¿Cómo describir los lirios florecidos, de tonos azulados, el sol naciendo a sus espaldas y la mezcla de amarillo y blanco explotando en racimos sobre camalotes con bulbos regordetes, que iban iluminándose con los primeros rayos?
¿Cómo no estar alegre con semejante presencia de naturaleza viviendo a tu alrededor? ¿Cómo no sentirte vivo con tanta vida, tantos perfumes diferentes y cantos milenarios de plumíferos cubiertos desde rojo carmesí a negros profundos y brillosos?
La 4X4 terminó de bordear la orilla y se adentró en un camino arenoso que llevaba al casco de estancia. El sol marcaba sombras largas, sobre el verde tapiz, cuando estreché la mano ruda y callosa de Anastasio Almirón
-“Bienvenido, don Total… la señora es su esposa?”
-No, don Almirón, Alisa es una amiga que vino a conocer sus pagos, y me ayuda en la búsqueda de lo que hablamos por B L U”
Alisa estampó un beso en la mejilla del hombre de campo, que sonrió a la joven de piel color chocolate.
-“¿Trajo valijas, don Total? –preguntó
-“No, don Almirón. Sólo un bolso y dos mochilas. Nos quedaremos tres días, no necesitaremos más.
-“Pase a ‘las casas’ don Total. La patrona hizo tortas fritas y tenemos miel de cavá chuí. ¿La señorita comió alguna vez miel de cavá chuí?” –preguntó a Alisa.
-“No. Ni sé de qué es…” –contestó
-“La cavá chuí es una avispa pequeña, negra y de carácter feroz cuando se la molesta. Su miel es blanca, transparente, pero tiene un sabor especial: sabe a la flor que utiliza la colmena.”
-“¡Ehh!. Usted conoce, don Total. Esta miel es de flor de pantanos y esteros…”
-“De lirios y camalotales…” –completé para que Alisa comprenda mejor. –“Seguro que es algo que no conocen en tu isla caribeña..”
Las tortas fritas de doña Segunda, esposa de Anastasio Almirón, tenían un color tostado por la grasa con que fueron cocidas. Una cucharada de miel dulce y perfumada las hacía más apetitosas.
-“¿Qué son esos bichos?” –preguntó Alisa al ver los “chanchos de agua” merodeando por el borde de la laguna cercana.
-“Son carpinchos, un animalito que se alimenta de bulbos de camalotes y otras plantas acuáticas. Es, podría decirse, un chancho herbívoro. Su carne es muy sabrosa y su piel codiciada en el exterior.”
-“Son lindos…”
-“Usted, don Total, cuándo quiere internarse en el Estero?” –preguntó don Almirón
-“Hoy mismo, don Anastasio. O cuando usted disponga. Yo he venido sólo para presenciar el fenómeno que usted me señalara por radio…”
-“Entonces vamos a tener que salir a la tardecita. Porque ‘la aparecida’ suele dejarse ver de tardecita cuando se va poniendo oscuro…Hoy comemos tempranito, duerme una siestita y después salimos a pispear el Estero”
-“¿Qué es una ‘aparecida’?” –preguntó Alisa.
-“Es algo… No sé cómo explicarte. Hay una leyenda, en la zona, sobre la aparición de una dama que flota sobre un plato de irupé…” –comencé a explicarle.
-“¿Qué es un plato de irupé?” –la caribeña estaba buceando en el idioma para tratar de descifrar la traducción exacta.
-“Es la hoja de una planta acuática. ¿Ves aquellos enormes círculos que flotan en el agua?” –señalé hacia la unión de la laguna con otra más grande. –“Esa es una planta de irupé. Por aquí hay algunas que tienen entre dos y tres metros de diámetro. Su flor es hermosa y suele salir entre los platos.”
Después de comer unos exquisitos tallarines caseros, confeccionados con huevos de ñandú (que los hace tomar un tono amarillo intenso), acompañados con estofado de carpincho, nos dirigimos a dormir la reparadora siesta (al sol, el termómetro, marcaba sobre los 38º C e ingresamos al espacioso dormitorio.
La ducha reparadora fue compartida con Alisa.
Ella es morena, bajita, de cuerpo perfecto y piel suave como pétalo de rosas salvajes. Nos secamos mutuamente. Alisa, tomando de mi mano, condujo mi humanidad hacia la cama amplia y de mullido colchón. Su beso es suave y caliente como el Caribe de donde proviene. Sus caricias tan sutiles que provocan un estremecimiento de placer, en todo el cuerpo.
El vicio que la enloquece, es el sexo bucal. Perfecto y en sintonía con esos labios carnosos, de lengua movediza y chupones acompasados con el movimiento de cabeza, que te transportan a paraísos exóticos y placeres inigualables.
La piel de la fémina incrementó su temperatura y se acomodó para compartir un 69 que la hizo suspirar y emitir unos gritos ahogados, mientras se humedecía con el contacto de mi lengua.
Su orgasmo no tardó en explotar como vibraciones de un diapasón tocado por el éxtasis.
Agitada, se arrojó sobre mi cuerpo y relajó el suyo, sin dejar que sus manos continuaran con las caricias. Fueron cinco o seis minutos, en esa posición. Como recuperando el aliento y las fuerzas para rearmar la escena de sexo.
Bajó a mi entrepierna y continuó con su vicio suspendido por el primer orgasmo. Toda la zona erógena era lamida por esa lengua ambiciosa que no cesaba de moverse hasta terminar en un beso negro intenso, mientras masturbaba el pene con la mano húmeda de saliva, derramada en el bucal previo.
-“Dame toda la lechita…” –susurró, poniendo el disparo en la recámara.
Y en su boca derramé los jugos seminales que absorbió con sutileza y hambre de placer. Siguió chupando hasta la última gota, hasta el último vestigio de lo que antes fue mío y ahora atrapado por ella.
Una breve higiene y, abrazados, dejamos que el cansancio y el contacto de piel con piel, nos transportara a un sueño profundo.
Cuando abrí los ojos, había transcurrido una y media. Los pájaros cantaban allende la ventana, pero su canto llegaba hasta nosotros como si estuviésemos en una enorme jaula natural.
Alisa volvió a besarme. Lamió mi pecho y fue recorriendo el cuerpo hasta volver a atrapar, con su boca, mi sexo que comenzaba a reaccionar. Cuando logró la dureza requerida, lo cubrió suavemente con látex y, dándome la espalda, se lo introdujo en la vagina con desesperación de ser penetrada.
El espectáculo de ver esa cola perfecta, apoyada en mi vientre, moverse acompasadamente como una Lady Godiva color chocolate, es imposible de describir. No tengo las palabras suficientes, en mi pobre diccionario del relato, para volcar la experiencia de Alisa en movimiento, apretando con sus músculos vaginales el erecto pene que aparecía y desaparecía dentro de ella.
Mis manos atraparon sus nalgas y la ayudaron en el movimiento pélvico. Y, en esa posición, la “sentí” acabar como ninfa en celo. A medida que se relajaba, después del orgasmo, su sexo “latía” alrededor de mi pene. Otros cinco minutos de respiración agitada que poco a poco recuperaba el ritmo normal al término de los cuales se dio vuelta, en un movimiento felino, sin que mi miembro perdiera contacto con su vagina. Sentí el giro. Como sentí que sus brazos rodeaban mis hombros y me empujaran hacia ella, al mismo tiempo que levantaba las piernas y las hacía descansar en mis clavículas.
Fue un misionero sin desperdicio. Alisa es una serpiente con sus movimientos ondulantes mientras te llena de goce. Es una cábala de placeres prometidos. Inigualable. Como respondiendo a una danza tribal de familia ancestral. Su pequeña vagina es como su boca. No es sólo el roce lo que te provoca placer. Es esa succión que logra como una bomba extractora de semen, que produce una locura de sentidos cautivados.
Y ya no pude contenerme.
No se lo que hallaríamos en esta aventura profunda de internarnos en el Estero. No se si hallaríamos a “la aparecida” flotando sobre un plato de irupé.
Sólo puedo compartir con ustedes el máximo goce que me produjo esta joven de piel chocolate, ojos vivaces, sonrisa permanente y alegría contagiosa.
Ya ni tenía curiosidad por ver el misterioso mito de los esteros.
“Mi” Hada del Iberá estaba allí, al lado. Desnuda y caliente. Con ese tono mulato que exacerba el deseo, e invita a enamorarse de sexo y placer.-
Total.esunratito