Iniciado por tarquino
Una XP y algunas reflexiones, tal vez mis compañeros gateros puedan aportar sus opiniones.
Finalmente, pude conocer a Belem. Su servicio es de lo mejor, quienes la visitaron lo saben. Su cuerpo es directamente impactante, y las pecas hasta en esa cola perfecta enloquecen. Su departamento es chico, pero muy completo. El baño, también. De pie nos fuimos desnudando, y apoyé esas tetas en mi pecho para sentirla más en profundidad. Me fui despertando con una erección que prácticamente nos separaba el abrazo.
Nos sentamos en su sillón, frente al cual instaló un mini living encantador. Se arrodilló para meterme en su boca, y trabajó con una calidad única. Casi me voy, pero soy aguantador. La eché sobre la alfombra, y ella levantó las piernas y las llevó hasta su rostro. Las rodillas tocaban su cara, y yo lamí todo lo que pude, con ella gimiendo y metiéndose los dedos. Una elasticidad pasmosa. Allí mismo me calzó el preservativo, y al pedido de “cogéme toda” le entré en un misionero que me hizo explotar como si yo fuera El Gran Osgarmeador. Sonriendo me dijo que habíamos estrenado su alfombra, y, después de que me quitara el preservativo lleno, no quise manchársela con gotas traicioneras, por lo que me senté en la cama.
Ella se recostó con las piernas sobre mí, unas piernas enfundadas en unas simpáticas medias a rayas azules y rojas. Su cuerpo es tremendo, y lo acaricié mientras conversábamos. He aquí el inicio de mis reflexiones. No pude cogerme otra vez a una mujer con la cual estaba teniendo una charla más o menos profunda, que me llevó a pensar en algunas cosas de mi vida. Sé que ella me hubiera despertado otra vez con sus técnicas, pero no se dio, porque ni siquiera faltaban las copas que compartíamos mientras seguíamos hablando. Insisto, no puedo fornicar con una mujer así, ella es más para hacerle el amor, espero explicarme. Y cómo se hace eso en el rato que nos quedaba, o con una mujer desconocida…
Me fui una hora más tarde, con la cabeza llena de reflexiones, contento. Le di el dinero al salir, “contálo, por favor”, y, sin hacerme caso, lo arrojó en un recipiente para despedirme con un beso.
Con temor de hartarlos, amigos, he llegado a la conclusión, una vez más, y a pesar de algunas reincidencias exploratorias (la última en la ciudad de Córdoba), de que no sirvo para gatero. Aunque, si uno ya está enviciado…
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