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[XP] [color=green]CON ANDREA Y EL RAYO VERDE[/color]

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[XP] [XP] [color=green]CON ANDREA Y EL RAYO VERDE[/color]
Antiguo 01-Jun-2008, 14:03
CON ANDREA, Y EL RAYO VERDE

RELATO DE FICCION CON EXPERIENCIA REAL DE SEXO EXPLICITO. (ASI COBRE MI PREMIO DE LA TRIVIA)
El Comodoro me entregó el informe de vuelo y el DVD.
El DVD tenía una etiqueta escrita: “1-5-82” y el informe decía en la página marcada:
-“…la altura era de 10 metros, a veces 12, y la espuma de las olas empañaban la visión desde la cabina.
En un momento dado, los dos A4C del frente, que componían mi Escuadrón Alfa, cambiamos el rumbo a las 11. Se mantenía el silencio de radio y escuchábamos al enemigo transmitir órdenes, entre los buques. A las 05,46 horas se produce el fenómeno. Fue dos o tres segundos, tal vez menos, pero un intenso rayo verde iluminó el horizonte acercándose a las aeronaves. Inmediatamente vimos el sol asomándose en la lejanía. Fue un espectáculo único. Por esa fracción de segundo mi cabina, mi nave, todo se volvió verde. Con las primeras luces, ingresamos por la Bahía 9 de Julio entrando en territorio isleño. Paso rasante entre los montes Ruiseñor y Robinson y enfrentamos Monte María, de xxx metros. Ascendemos rasantes, terminamos de bordear las montañas y cerros de la Gran Malvina y, girando bruscamente a la izquierda, ingresamos al Estrecho de San Carlos desde los cerros que nos protegían del radar enemigo. El primer grito estalló en el radio: ¡¡¡Viva La Patria, Carajo!!. Comenzó el combate contra la flota inglesa. Vi al destructor que giraba para acompañar la fragata próxima, una vez centrado, le disparé el primer misil. El Martín Pescador dio de lleno en la popa y ascendí en tirabuzón. Todos gritábamos como enloquecidos: ¡Viva La Patria Mierdas¡, que equilibraban litros de adrenalina y fragor del combate…”
Cerré el informe y miré al jefe aeronáutico:
-“Yo conducía ese primero de mayo el A4C y mi cámara registró en la cinta el fenómeno del rayo verde. Lamentablemente el equipo grabó en blanco y negro, pero un Aeromachi registró en colores el mismo fenómeno, desde otro ángulo…” –me explicó- “Allí están grabadas las dos secuencias. El resto fue borrado por razones de seguridad.”
-“¿De qué se trata ese rayo?” –pregunté curioso.
-“No todos lo apreciaron. Los que lo vimos, estamos vivos. Todos a los que iluminó, hoy viven en total armonía con su familia y el resto de la comunidad…”
-“Mmhmm. Una especie de rayo de la felicidad…” -pensé en voz alta. – “Y yo dónde encajo?”
-“Necesitamos investigar más y rescatar toda la información posible…ninguno de nosotros puede hacerlo porque lo prohíbe la superioridad. Por ello hemos contratado un equipo de técnicos que te esperará en el aeropuerto Malvinas Argentinas y te llevará hasta la Isla de los Estados, donde se montará el campamento. Tu responsabilidad es describir, explicar, narrar con palabras y dar tu opinión sobre este fenómeno único en el planeta” –el comodoro siguió hablándome y explicándome la curiosidad.
-“A las 4,30 debemos estar en Aeroparque, Andrea, el vuelo es a las 5,30 a Ushuaia…” –le dije
-“Entonces debemos dormir juntos, porque no me despierta nadie a esa hora…” –escuché por el auricular
-“Te paso a buscar temprano, cenamos a eso de las 8,30, vamos al Divas y dormimos algo…” –sentencié inocentemente.
-“¿Y vos pensás que te voy a dejar dormir?. Prefiero hacerlo en vuelo…”
-“Son más de 5 horas porque hace escala en varias localidades… -expliqué- pero… yo puedo sacrificarme.”
¿Porque no pienso antes de abrir la boca cuando hablo con un demonio sexual como Andrea? Lamentablemente reflexioné cuando ya estábamos en la cocina del Divas. Al lado, en un pequeño patiecito cubierto, donde están las baterías cibernéticas de las chicas, había una TV encendida en un canal porno. Miré asombrado como una verga gigantesca penetraba a la tradicional trola vestida de colegiala, que gemía como si la estuvieran violando en serio.
Esa noche fue en el dormitorio “Infierno”. Todo. Todo. Todo lo que pueda enseñarnos el Kamasutra es un juego de niños para Andrea. Fueron…¿Cuántos fueron?... Perdí la cuenta de los minutos que pasamos matándonos a besos, 69, giro de la rueda… misionero…
Después de la higiene, nos quedamos dormidos, abrazados y cubiertos por una manta polar(afuera el termómetro marcaba -1ºC).
Bueno… yo soñé que Andrea dormía.
¡Pobre iluso! ¿Cuando duerme un demonio sexual?
En la profundidad de ese sueño, rodeado de las penumbras y el silencio, siento una boa caliente (perdón, las boas son frías, pero esta –lo juro- era caliente) entre mis piernas. Andrea estaba buscando más. ¡¡Mas!!
Insaciable. Sin piedad. Ansiosa, ávida, hambrienta de sexo.
Había atrapado al pequeño dormido y, con una lengua inquieta y voraz, lo había despertado. ¿El pretexto? ¿Hay algún pretexto ante ese arrullo de labios que recorrían toda mi zona erógena?
Miré el reloj. Las 2,05 de la madrugada y Andrea me había puesto caliente como bifera al fuego. Bajé al interior de la manta y atrapé su cuerpo. Lo di vuelta y hurgué con lamidas su entrepiernas. Atrapó con sus manos la almohada y suspiró mientras su vientre se movía como si estuviese siendo penetrada por aquella verga televisiva que perforó la colegiala trola. Y yo solo inocentemente, lamía. Ora su almeja pequeña y jugosa. Ora su bache de colectora. Los movimientos pélvicos se hicieron intensos. Los labios vaginales buscaban mi lengua casi ahogándome por la presión. Aumentaban los gemidos y la pobre almohada era ya una piltrafa fusiforme. De pronto, con un quejido, llegó al éxtasis y sentí la cara húmeda, cubierta de miel femenina expulsada en orgasmo sublime, fatuo, final buscado tras desenfreno sexual.
Quedó relajada durante varios minutos y elevé mis ruegos a Odín, Ishar y las Vestales del Templo, para que Andrea se quedase dormida.
¡Iluso de mi! En un segundo me había encapuchado y en otro más llevaba el miembro hasta el bache de colectora al que, sutilmente había lubricado con sus propios jugos. Y allí mismo decidí no dormir en todo lo que restaba de tiempo.
No podría. Estaba penetrando la cola soñada por todos los foreros de BG. La misma que apareciera durante febriles pesadillas como llamándome a un mandato irrenunciable. La misma. La de las fotos de Andrea.
El movimiento es felino. Succionador. Como si te besara hacia dentro, intentando absorber no sólo tus jugos seminales sino la misma alma palpitante. La pidió toda.
Y toda se la di.
El aeropuerto Malvinas Argentinas, de Ushuaia, requiere pericia para descender. Sus dos pistan son perpendiculares. La más antigua, de 75 metros de ancho y 4 kilómetros de longitud, corre de norte a sur. La nueva, más ancha y larga, atraviesa la península de Este a Oeste. Las estribaciones finales de la Cordillera bordean la ciudad como un arco. A sus costados quedan la Bahía Lapataia y una estrecha franja costera que te lleva a Puerto Remolino. Nos esperaban con todo. Trajes especiales, un barco pesquero de altura que nos llevaría al extremo del fin del mundo: la Isla de los Estados. Allí, el equipo de técnicos filmará, medirá y analizará el fenómeno del rayo verde.
En el vuelo, a pesar del cansancio, había leído varios informes sobre el rayo verde. La primer noticia sobre el fenómeno se descubre en la bitácora de Sebastián Elcano quien junto a su vigía, antes de ingresar al Estrecho (que luego llevará el nombre de Magallanes, su jefe de campaña). Los dos sobrevivieron a las vicisitudes del primer viaje alrededor del mundo, ya que Magallanes es muerto con más de ciento cincuenta hombres en las Filipinas por los nativos. Elcano asumió el mando y después de cuatro años de navegación llegaba con sólo 18 hombres a Sevilla. Su vigía, era uno de ellos. En la segunda expedición, encomendada por Carlos V, Elcano estaba a las órdenes de García Cofre de Loaisa. Después de haber perdido el rumbo y descubrir el Cabo de Hornos, pasa madrugadas enteras para volver a observar el rayo verde. Nunca lo pudo hacer y quedó como un tonto ante su tripulación. Cruzó el Estrecho de Magallanes y enfermó gravemente muriendo el 4 de agosto de xxxx, siendo su cuerpo arrojado al mar, a la salida del paso entre ambos océanos.
Don Antonio Rivero era un gaucho entrerriano que había sido desterrado a las Malvinas, acusado de abigeato y otros delitos menores. Cuando se produce la invasión de los ingleses que ocupan las islas, Rivero capitanea un grupo de gauchos y efectúa una serie de acciones contra los soldados de la Rubia Albión.
A puro coraje y lanza, tuvo en jaque al mejor ejército del mundo, en ese momento. Dicen sus biógrafos, que solía pararse en los acantilados, esperando la salida del sol, porque había descubierto “una luz verde” que provenía del horizonte marítimo. Capturado por la traición de un “roto” chileno, se salva de la horca y es enviado engrillado a una prisión en inglesa. Años después, a la edad de 55 años, Rivero regresa como polizón a nuestro país y ofrece sus servicios a don Juan Manuel de Rosas quien lo remite, con el grado de cabo a Mansilla, encargado de atacar las flotas franco británica que invadía nuestro territorio. Dicen que contó muchas veces, a sus camaradas de armas, el suceso del destello verde sobre el mar. Dicen, también, que su nombre figura entre el parte de bajas de la gloriosa Batalla de la Vuelta de Obligado, cuando agarró su lanza y atacó un buque inglés que había encallado, gritando por la Patria, al galope y sabiendo que la tacuara con cuchillo nada podría hacer contra fusiles y cañones. Rivero no pudo ver la rendición inglesa y francesa, ante el Restaurador, ni escuchó los 21 cañonazos con que sus naves saludaron al pabellón nacional a modo de desagravio. Sí lo sobrevivió el relato, contado por varios de sus camaradas de ese rayo verde que lo protegió durante 30 años de guerrilla y cárcel.
El lugar es alucinante. Roca, pinos, alerces, cipreses, lencas, helechos gigantes, hongos y flores varias. La Isla de los Estados es el final de los Andes, que se introduce en el mar y asoma en la península antártica. El viento es tremendo y el frío húmedo cala los huesos de nuestra expedición.
Andrea parece un oso rojo. Su mameluco de tela impermeable cubre otro mameluco de tela polar, precedida de camiseta y culote de frisa y dos pares de media bajo las botas de gruesa suela antideslizante.
-“Ahora me va a costar violarte” –me dice sonriendo con un ruidoso castañeo de dientes.-“Total, este lugar es bellísimo… estamos en el extremo del continente, rodeado de bloques de hielo flotantes, y esta isla tiene helechos y flores…”
-“Es increíble como a nadie se le ocurrió levantar un hotel 5 estrellas en este lugar…” –le dije mientras miraba alrededor.
Después de un buen guiso de cordero de cena, y una fogata para calentar el lugar, nos entregamos al descanso. Un pesado sueño cayó sobre todos (increíblemente, también sobre Andrea). El aire puro y el guiso hicieron que nuestros cuerpos repusieran las energías gastadas.
A las 4,30 am el equipo estaba desperezándose. Era el gran momento. Había que preparar el equipo, enfocar el espectrógrafo, las tres cámaras digitales, las cámaras infrarrojas, el medidor de campo electromagnético, el descompresor de rayos naturales y artificiales, verificar la orientación de la estación terrena portátil que enfocaba al Panamsat K que orbitaba sobre nosotros y poner en funcionamiento las cuatro computadoras que registrarían todo.
A las 5,37 am comenzó el conteo de los programas, en las PC. Todo estaba en orden. Con gruesos binoculares, Andrea y yo mirábamos el horizonte que poco a poco cambiaba de negro a gris oscuro.
-“Estoy ansiosa… si es verdad que trae suerte y felicidad…” –decía como si hablase consigo misma.
-“Lo más probable es que una nube nos cubra la posibilidad de verlo, aunque el satélite dice que esta todo despejado…” –dije, preparando a todos para un probable fracaso de la visión.
El horizonte se fue aclarando con un contraste entre el negro mar, el cielo tachonado de estrellas brillantes y cada vez más iluminado.
Y el impacto fue emocionante. Las lágrimas de la emoción corrieron por nuestras mejillas. Andrea tenía la cara brillante y los ojos enrojecidos. El resto del equipo, también.
Fueron cuatro segundos, tal vez menos. El resplandor verde cubrió la isla por el Este y nos bañó de un color esmeralda luminoso. No era un rayo, propiamente dicho. Era un destello, un fogonazo verde, como si la línea del horizonte explotara en fracciones de segundos y luego se disolviera en ese color intenso, para volver a ser lo que era antes, pero en dorado luminoso, con el disco solar escalando hacia su zenith.
Las agujas de los equipos, las pequeñas pantallas de cuarzo, el espectrógrafo marcando en agujas negras el papel milimetrado, el satélite que envió los números binarios requeridos.
Andrea se sentó sobre una roca. Con las manos en la cara y los ojos abiertos como no pudiendo creer lo que viera. –“Esto es…no lo puedo creer… lo vi… lo vi…” –decía como balbuceando.
Todos los presentes guardamos silencio. El nudo en nuestra garganta no dejaba de apretar mientras el corazón latía a mil por la emoción.
Todos estos aparatos. Todos los técnicos reunidos. Habían corroborado los dichos en miles de bitácoras de navegación, en lo que contaran hombres anónimos y personajes de la historia. ¿Cuántos millones de anónimos habrán visto esta maravilla de la naturaleza? No muchos, no todos se plantan mirando al Este aguardando que salga el sol. Yo era uno de esos privilegiados que habían presenciado el rayo verde, el destello esmeralda cuyo relato sobrevivió a lo largo de casi quinientos años, desde el primer documento de su existencia.
Si traía suerte y felicidad a quienes lo presenciaran, podía ser verdad. Podía ser verdad que era algo que sólo se ve desde nuestros Sur. Ese verde esperanza, que marcara más de 1.00.000 lux de luminosidad y sólo 50.000 de refracción (desviación ante un cuerpo de diferente densidad) en el espectrógrafo. ¿Qué lo hacía nacer diariamente, para morir a los pocos segundos? ¿Cuál era su verdadero secreto sobre la vida? ¿Traía realmente la felicidad a quién lo viese?
Cargado de datos, informes, gráficas, fotos, filmaciones, registros electrónicos, asombrados y maravillados por el espectáculo fugaz, emprendimos el viaje de retorno.
Esa misma noche, en el avión de regreso a Buenos Aires, con Andrea cabeceando de sueño a mi lado, comencé a planificar mi informe y el punto de vista personal, sobre el rayo verde. Nunca podríamos afirmar si el avistaje traía suerte y felicidad. Eso era algo subjetivo que cada uno debía evaluar. Tal vez el Creador puso ese estallido esmeralda en el mundo para recordar a los hombres que el planeta es único, que nos puede entregar maravillas de vida y placer visual si lo cuidamos, si lo amamos. ¿Acaso el Creador no es parte de lo que pisamos, de lo que estalla a nuestro alrededor en bosques, montañas heladas, selvas impenetrables, flores multicolores, espejos de agua cristalina llenos de vida, cascadas, tierras fértiles para alimentar a los seres vivientes de la Tierra?
¿Es probable que el rayo verde sea un aviso, una invitación a reflexionar sobre la inmensidad del Universo y la pequeñez de nuestra existencia. Sobre lo efímero que es nuestro paso por este planeta?
Todas estas ideas excitantes iban agolpándose en mi mente. Miré a mi derecha. Andrea dormía como nunca la había visto descansar. Siempre activa, siempre cubriendo los un y mil detalles de su club, desplegando una energía envidiable y teniendo en cuenta su cuerpo pequeño, delgado, bien formado, que pareciera no tener alivio para reponer fuerzas. ¿Cómo actuaría en su futuro el espectáculo que presenciáramos? ¿Cómo serían nuestras vidas, desde ese momento?
Es algo que el rayo verde no podría revelar ni desde nuestras retinas ni desde los cientos de registros que habíamos logrado. La ciencia no está para eso. La tecnología menos.
La respuesta estaba sólo en nosotros, en nuestra conciencia, en nuestra conducta, en nuestro actuar para con todo lo que se nos dio con la vida: aire, agua, tierra. La respuesta estaba allí, en lo profundo de nuestros corazones, donde se esconden los pocos instantes de felicidad que nos hacen gozar la vida. El destino, ya lo conocemos. Sabemos que no somos seres eternos. Por ello debemos vivir, el instante de nuestra existencia, tratando de dejar una marca, un signo, tal vez un rayo verde, para que la humanidad que nos sobreviva, recoja la posta y se la pase a las generaciones futuras.-


Total.esunratito
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#2  01-Jun-2008, 16:29
Avatar de R2D2
R2D2
225 0 19 años

Banned / excluído
Usuario/a Excluido/a - POST No disponible
#3  01-Jun-2008, 16:41
Avatar de Atlàntida
Atlàntida

Capital Federal (CABA)
+1 año sin XPs
=D> =D> =D> =D> =D>
Simplemente Felicitaciones por tan espectyacular relato
querido Total es Un Ratito.
#4  01-Jun-2008, 19:19
Avatar de total.esunratito
+1 año sin XPs
Cita:
Iniciado por R2D2
Excelente y muy original el relato conmemorando el ataque al Invencible.
Muchas gracias, R2D2

El relato es poco ortodoxo, pero fue una forma de demostrar, juntando xxx puntos en la Trivia, que con unos pocos pesos ($ 30.-) para ser mas exactos, agregandole $ 50.- de adicional, pude estar 1 hora con la Diosa Mayor del Divas Club.

El resto es pura ficción con historias reales.

Total.esunratito
#5  01-Jun-2008, 19:21
Avatar de total.esunratito
+1 año sin XPs
Cita:
Iniciado por Atlàntida
=D> =D> =D> =D> =D>
Simplemente Felicitaciones por tan espectyacular relato
querido Total es Un Ratito.
Es un placer que le haya gustado, amigazo. Y muchas gracias por los aplausos inmerecidos.

Total.esunratito
#6  02-Jun-2008, 09:38
Avatar de AndreaHot
AndreaHot
69 7 18 años

Banned / excluído
Usuario/a Excluido/a - POST No disponible
#7  02-Jun-2008, 09:44
Avatar de total.esunratito
+1 año sin XPs
Cita:
Iniciado por AndreaHot
Cita:
Iniciado por total.esunratito
CON ANDREA, Y EL RAYO VERDE

RELATO DE FICCION CON EXPERIENCIA REAL DE SEXO EXPLICITO. (ASI COBRE MI PREMIO DE LA TRIVIA)
El Comodoro me entregó el informe de vuelo y el DVD.
El DVD tenía una etiqueta escrita: “1-5-82” y el informe decía en la página marcada:
-“…la altura era de 10 metros, a veces 12, y la espuma de las olas empañaban la visión desde la cabina.
En un momento dado, los dos A4C del frente, que componían mi Escuadrón Alfa, cambiamos el rumbo a las 11. Se mantenía el silencio de radio y escuchábamos al enemigo transmitir órdenes, entre los buques. A las 05,46 horas se produce el fenómeno. Fue dos o tres segundos, tal vez menos, pero un intenso rayo verde iluminó el horizonte acercándose a las aeronaves. Inmediatamente vimos el sol asomándose en la lejanía. Fue un espectáculo único. Por esa fracción de segundo mi cabina, mi nave, todo se volvió verde. Con las primeras luces, ingresamos por la Bahía 9 de Julio entrando en territorio isleño. Paso rasante entre los montes Ruiseñor y Robinson y enfrentamos Monte María, de xxx metros. Ascendemos rasantes, terminamos de bordear las montañas y cerros de la Gran Malvina y, girando bruscamente a la izquierda, ingresamos al Estrecho de San Carlos desde los cerros que nos protegían del radar enemigo. El primer grito estalló en el radio: ¡¡¡Viva La Patria, Carajo!!. Comenzó el combate contra la flota inglesa. Vi al destructor que giraba para acompañar la fragata próxima, una vez centrado, le disparé el primer misil. El Martín Pescador dio de lleno en la popa y ascendí en tirabuzón. Todos gritábamos como enloquecidos: ¡Viva La Patria Mierdas¡, que equilibraban litros de adrenalina y fragor del combate…”
Cerré el informe y miré al jefe aeronáutico:
-“Yo conducía ese primero de mayo el A4C y mi cámara registró en la cinta el fenómeno del rayo verde. Lamentablemente el equipo grabó en blanco y negro, pero un Aeromachi registró en colores el mismo fenómeno, desde otro ángulo…” –me explicó- “Allí están grabadas las dos secuencias. El resto fue borrado por razones de seguridad.”
-“¿De qué se trata ese rayo?” –pregunté curioso.
-“No todos lo apreciaron. Los que lo vimos, estamos vivos. Todos a los que iluminó, hoy viven en total armonía con su familia y el resto de la comunidad…”
-“Mmhmm. Una especie de rayo de la felicidad…” -pensé en voz alta. – “Y yo dónde encajo?”
-“Necesitamos investigar más y rescatar toda la información posible…ninguno de nosotros puede hacerlo porque lo prohíbe la superioridad. Por ello hemos contratado un equipo de técnicos que te esperará en el aeropuerto Malvinas Argentinas y te llevará hasta la Isla de los Estados, donde se montará el campamento. Tu responsabilidad es describir, explicar, narrar con palabras y dar tu opinión sobre este fenómeno único en el planeta” –el comodoro siguió hablándome y explicándome la curiosidad.
-“A las 4,30 debemos estar en Aeroparque, Andrea, el vuelo es a las 5,30 a Ushuaia…” –le dije
-“Entonces debemos dormir juntos, porque no me despierta nadie a esa hora…” –escuché por el auricular
-“Te paso a buscar temprano, cenamos a eso de las 8,30, vamos al Divas y dormimos algo…” –sentencié inocentemente.
-“¿Y vos pensás que te voy a dejar dormir?. Prefiero hacerlo en vuelo…”
-“Son más de 5 horas porque hace escala en varias localidades… -expliqué- pero… yo puedo sacrificarme.”
¿Porque no pienso antes de abrir la boca cuando hablo con un demonio sexual como Andrea? Lamentablemente reflexioné cuando ya estábamos en la cocina del Divas. Al lado, en un pequeño patiecito cubierto, donde están las baterías cibernéticas de las chicas, había una TV encendida en un canal porno. Miré asombrado como una verga gigantesca penetraba a la tradicional trola vestida de colegiala, que gemía como si la estuvieran violando en serio.
Esa noche fue en el dormitorio “Infierno”. Todo. Todo. Todo lo que pueda enseñarnos el Kamasutra es un juego de niños para Andrea. Fueron…¿Cuántos fueron?... Perdí la cuenta de los minutos que pasamos matándonos a besos, 69, giro de la rueda… misionero…
Después de la higiene, nos quedamos dormidos, abrazados y cubiertos por una manta polar(afuera el termómetro marcaba -1ºC).
Bueno… yo soñé que Andrea dormía.
¡Pobre iluso! ¿Cuando duerme un demonio sexual?
En la profundidad de ese sueño, rodeado de las penumbras y el silencio, siento una boa caliente (perdón, las boas son frías, pero esta –lo juro- era caliente) entre mis piernas. Andrea estaba buscando más. ¡¡Mas!!
Insaciable. Sin piedad. Ansiosa, ávida, hambrienta de sexo.
Había atrapado al pequeño dormido y, con una lengua inquieta y voraz, lo había despertado. ¿El pretexto? ¿Hay algún pretexto ante ese arrullo de labios que recorrían toda mi zona erógena?
Miré el reloj. Las 2,05 de la madrugada y Andrea me había puesto caliente como bifera al fuego. Bajé al interior de la manta y atrapé su cuerpo. Lo di vuelta y hurgué con lamidas su entrepiernas. Atrapó con sus manos la almohada y suspiró mientras su vientre se movía como si estuviese siendo penetrada por aquella verga televisiva que perforó la colegiala trola. Y yo solo inocentemente, lamía. Ora su almeja pequeña y jugosa. Ora su bache de colectora. Los movimientos pélvicos se hicieron intensos. Los labios vaginales buscaban mi lengua casi ahogándome por la presión. Aumentaban los gemidos y la pobre almohada era ya una piltrafa fusiforme. De pronto, con un quejido, llegó al éxtasis y sentí la cara húmeda, cubierta de miel femenina expulsada en orgasmo sublime, fatuo, final buscado tras desenfreno sexual.
Quedó relajada durante varios minutos y elevé mis ruegos a Odín, Ishar y las Vestales del Templo, para que Andrea se quedase dormida.
¡Iluso de mi! En un segundo me había encapuchado y en otro más llevaba el miembro hasta el bache de colectora al que, sutilmente había lubricado con sus propios jugos. Y allí mismo decidí no dormir en todo lo que restaba de tiempo.
No podría. Estaba penetrando la cola soñada por todos los foreros de BG. La misma que apareciera durante febriles pesadillas como llamándome a un mandato irrenunciable. La misma. La de las fotos de Andrea.
El movimiento es felino. Succionador. Como si te besara hacia dentro, intentando absorber no sólo tus jugos seminales sino la misma alma palpitante. La pidió toda.
Y toda se la di.
El aeropuerto Malvinas Argentinas, de Ushuaia, requiere pericia para descender. Sus dos pistan son perpendiculares. La más antigua, de 75 metros de ancho y 4 kilómetros de longitud, corre de norte a sur. La nueva, más ancha y larga, atraviesa la península de Este a Oeste. Las estribaciones finales de la Cordillera bordean la ciudad como un arco. A sus costados quedan la Bahía Lapataia y una estrecha franja costera que te lleva a Puerto Remolino. Nos esperaban con todo. Trajes especiales, un barco pesquero de altura que nos llevaría al extremo del fin del mundo: la Isla de los Estados. Allí, el equipo de técnicos filmará, medirá y analizará el fenómeno del rayo verde.
En el vuelo, a pesar del cansancio, había leído varios informes sobre el rayo verde. La primer noticia sobre el fenómeno se descubre en la bitácora de Sebastián Elcano quien junto a su vigía, antes de ingresar al Estrecho (que luego llevará el nombre de Magallanes, su jefe de campaña). Los dos sobrevivieron a las vicisitudes del primer viaje alrededor del mundo, ya que Magallanes es muerto con más de ciento cincuenta hombres en las Filipinas por los nativos. Elcano asumió el mando y después de cuatro años de navegación llegaba con sólo 18 hombres a Sevilla. Su vigía, era uno de ellos. En la segunda expedición, encomendada por Carlos V, Elcano estaba a las órdenes de García Cofre de Loaisa. Después de haber perdido el rumbo y descubrir el Cabo de Hornos, pasa madrugadas enteras para volver a observar el rayo verde. Nunca lo pudo hacer y quedó como un tonto ante su tripulación. Cruzó el Estrecho de Magallanes y enfermó gravemente muriendo el 4 de agosto de xxxx, siendo su cuerpo arrojado al mar, a la salida del paso entre ambos océanos.
Don Antonio Rivero era un gaucho entrerriano que había sido desterrado a las Malvinas, acusado de abigeato y otros delitos menores. Cuando se produce la invasión de los ingleses que ocupan las islas, Rivero capitanea un grupo de gauchos y efectúa una serie de acciones contra los soldados de la Rubia Albión.
A puro coraje y lanza, tuvo en jaque al mejor ejército del mundo, en ese momento. Dicen sus biógrafos, que solía pararse en los acantilados, esperando la salida del sol, porque había descubierto “una luz verde” que provenía del horizonte marítimo. Capturado por la traición de un “roto” chileno, se salva de la horca y es enviado engrillado a una prisión en inglesa. Años después, a la edad de 55 años, Rivero regresa como polizón a nuestro país y ofrece sus servicios a don Juan Manuel de Rosas quien lo remite, con el grado de cabo a Mansilla, encargado de atacar las flotas franco británica que invadía nuestro territorio. Dicen que contó muchas veces, a sus camaradas de armas, el suceso del destello verde sobre el mar. Dicen, también, que su nombre figura entre el parte de bajas de la gloriosa Batalla de la Vuelta de Obligado, cuando agarró su lanza y atacó un buque inglés que había encallado, gritando por la Patria, al galope y sabiendo que la tacuara con cuchillo nada podría hacer contra fusiles y cañones. Rivero no pudo ver la rendición inglesa y francesa, ante el Restaurador, ni escuchó los 21 cañonazos con que sus naves saludaron al pabellón nacional a modo de desagravio. Sí lo sobrevivió el relato, contado por varios de sus camaradas de ese rayo verde que lo protegió durante 30 años de guerrilla y cárcel.
El lugar es alucinante. Roca, pinos, alerces, cipreses, lencas, helechos gigantes, hongos y flores varias. La Isla de los Estados es el final de los Andes, que se introduce en el mar y asoma en la península antártica. El viento es tremendo y el frío húmedo cala los huesos de nuestra expedición.
Andrea parece un oso rojo. Su mameluco de tela impermeable cubre otro mameluco de tela polar, precedida de camiseta y culote de frisa y dos pares de media bajo las botas de gruesa suela antideslizante.
-“Ahora me va a costar violarte” –me dice sonriendo con un ruidoso castañeo de dientes.-“Total, este lugar es bellísimo… estamos en el extremo del continente, rodeado de bloques de hielo flotantes, y esta isla tiene helechos y flores…”
-“Es increíble como a nadie se le ocurrió levantar un hotel 5 estrellas en este lugar…” –le dije mientras miraba alrededor.
Después de un buen guiso de cordero de cena, y una fogata para calentar el lugar, nos entregamos al descanso. Un pesado sueño cayó sobre todos (increíblemente, también sobre Andrea). El aire puro y el guiso hicieron que nuestros cuerpos repusieran las energías gastadas.
A las 4,30 am el equipo estaba desperezándose. Era el gran momento. Había que preparar el equipo, enfocar el espectrógrafo, las tres cámaras digitales, las cámaras infrarrojas, el medidor de campo electromagnético, el descompresor de rayos naturales y artificiales, verificar la orientación de la estación terrena portátil que enfocaba al Panamsat K que orbitaba sobre nosotros y poner en funcionamiento las cuatro computadoras que registrarían todo.
A las 5,37 am comenzó el conteo de los programas, en las PC. Todo estaba en orden. Con gruesos binoculares, Andrea y yo mirábamos el horizonte que poco a poco cambiaba de negro a gris oscuro.
-“Estoy ansiosa… si es verdad que trae suerte y felicidad…” –decía como si hablase consigo misma.
-“Lo más probable es que una nube nos cubra la posibilidad de verlo, aunque el satélite dice que esta todo despejado…” –dije, preparando a todos para un probable fracaso de la visión.
El horizonte se fue aclarando con un contraste entre el negro mar, el cielo tachonado de estrellas brillantes y cada vez más iluminado.
Y el impacto fue emocionante. Las lágrimas de la emoción corrieron por nuestras mejillas. Andrea tenía la cara brillante y los ojos enrojecidos. El resto del equipo, también.
Fueron cuatro segundos, tal vez menos. El resplandor verde cubrió la isla por el Este y nos bañó de un color esmeralda luminoso. No era un rayo, propiamente dicho. Era un destello, un fogonazo verde, como si la línea del horizonte explotara en fracciones de segundos y luego se disolviera en ese color intenso, para volver a ser lo que era antes, pero en dorado luminoso, con el disco solar escalando hacia su zenith.
Las agujas de los equipos, las pequeñas pantallas de cuarzo, el espectrógrafo marcando en agujas negras el papel milimetrado, el satélite que envió los números binarios requeridos.
Andrea se sentó sobre una roca. Con las manos en la cara y los ojos abiertos como no pudiendo creer lo que viera. –“Esto es…no lo puedo creer… lo vi… lo vi…” –decía como balbuceando.
Todos los presentes guardamos silencio. El nudo en nuestra garganta no dejaba de apretar mientras el corazón latía a mil por la emoción.
Todos estos aparatos. Todos los técnicos reunidos. Habían corroborado los dichos en miles de bitácoras de navegación, en lo que contaran hombres anónimos y personajes de la historia. ¿Cuántos millones de anónimos habrán visto esta maravilla de la naturaleza? No muchos, no todos se plantan mirando al Este aguardando que salga el sol. Yo era uno de esos privilegiados que habían presenciado el rayo verde, el destello esmeralda cuyo relato sobrevivió a lo largo de casi quinientos años, desde el primer documento de su existencia.
Si traía suerte y felicidad a quienes lo presenciaran, podía ser verdad. Podía ser verdad que era algo que sólo se ve desde nuestros Sur. Ese verde esperanza, que marcara más de 1.00.000 lux de luminosidad y sólo 50.000 de refracción (desviación ante un cuerpo de diferente densidad) en el espectrógrafo. ¿Qué lo hacía nacer diariamente, para morir a los pocos segundos? ¿Cuál era su verdadero secreto sobre la vida? ¿Traía realmente la felicidad a quién lo viese?
Cargado de datos, informes, gráficas, fotos, filmaciones, registros electrónicos, asombrados y maravillados por el espectáculo fugaz, emprendimos el viaje de retorno.
Esa misma noche, en el avión de regreso a Buenos Aires, con Andrea cabeceando de sueño a mi lado, comencé a planificar mi informe y el punto de vista personal, sobre el rayo verde. Nunca podríamos afirmar si el avistaje traía suerte y felicidad. Eso era algo subjetivo que cada uno debía evaluar. Tal vez el Creador puso ese estallido esmeralda en el mundo para recordar a los hombres que el planeta es único, que nos puede entregar maravillas de vida y placer visual si lo cuidamos, si lo amamos. ¿Acaso el Creador no es parte de lo que pisamos, de lo que estalla a nuestro alrededor en bosques, montañas heladas, selvas impenetrables, flores multicolores, espejos de agua cristalina llenos de vida, cascadas, tierras fértiles para alimentar a los seres vivientes de la Tierra?
¿Es probable que el rayo verde sea un aviso, una invitación a reflexionar sobre la inmensidad del Universo y la pequeñez de nuestra existencia. Sobre lo efímero que es nuestro paso por este planeta?
Todas estas ideas excitantes iban agolpándose en mi mente. Miré a mi derecha. Andrea dormía como nunca la había visto descansar. Siempre activa, siempre cubriendo los un y mil detalles de su club, desplegando una energía envidiable y teniendo en cuenta su cuerpo pequeño, delgado, bien formado, que pareciera no tener alivio para reponer fuerzas. ¿Cómo actuaría en su futuro el espectáculo que presenciáramos? ¿Cómo serían nuestras vidas, desde ese momento?
Es algo que el rayo verde no podría revelar ni desde nuestras retinas ni desde los cientos de registros que habíamos logrado. La ciencia no está para eso. La tecnología menos.
La respuesta estaba sólo en nosotros, en nuestra conciencia, en nuestra conducta, en nuestro actuar para con todo lo que se nos dio con la vida: aire, agua, tierra. La respuesta estaba allí, en lo profundo de nuestros corazones, donde se esconden los pocos instantes de felicidad que nos hacen gozar la vida. El destino, ya lo conocemos. Sabemos que no somos seres eternos. Por ello debemos vivir, el instante de nuestra existencia, tratando de dejar una marca, un signo, tal vez un rayo verde, para que la humanidad que nos sobreviva, recoja la posta y se la pase a las generaciones futuras.-


Total.esunratito
excelente relato,por ser la xp del primer ganador de la trivia,gracias mi corazon por ese momento!!! y estaba un poco rara.... estaba como muy viciosa nop???? jejejjeje... si con el primer ganador me puse asi,no me quiero imaginar con el resto!!!! jejejje

¡¡¡AAAHHH NOOO!!!! El único que te llevó a ver el rayo verde fuí yo.
Los otros que llamen al xxxxx y que respondan la Trivia como yo lo hice.

Total.esunratito
#8  02-Jun-2008, 10:08
Avatar de AndreaHot
AndreaHot
69 7 18 años

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#9  02-Jun-2008, 11:24
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DivasClub
3 0 16 años

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#10  02-Jun-2008, 14:57
Avatar de total.esunratito
+1 año sin XPs
Cita:
Iniciado por DivasClub
Bien cobrada su Trivia!!! Y que Relato!!
Saludos =D>

Y... es parte del espiritu aventurero

Uds. ya pasaron por eso... 8) 8)

Total.esunratito

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