Iniciado por Jorge III
Caballeros...por MP les cuento todo lo que quieran saber sobre esta Odalisca, con la que llevo varias reincidencias...pero permítanme, ahora, jugar un poco con las palabras...
Como Damiel, el ángel del film de Wenders, bajaba por las calles de Buenos Aires. La gente corría, ausente y lejana. Pero yo tenía un único pensamiento. Pensaba en mi Princesa Oriental, en el instante en que se abrieran las puertas de su refugio, y mi existencia comenzara a tomar forma humana.
Y asi fue. Su boca se hizo fuego en mi boca, su beso me despertó del letargo, y luego, entre sus brazos busqué los trozos rotos de mi pasado, las ausencias, los silencios...
Recorrí su cuerpo con calma y con furia, mis labios besaron esa piel tatuada por la pasión. Sonaba la música secreta de la Mil y Una noches, sonaba el furioso trueno de una tormenta que enredaba nuestros cuerpos en un juego cada vez más frenético.
Su cabellera negra dibujó la noche sobre mi pecho, sus pechos se hicieron agua entre mis dientes, nuestras lenguas enceguecidas no dejaron de buscarse...ella bailó para mí, bailó y su cuerpo fue un haz de luz desnuda, que agigantó mi tremenda excitación.
Me cabalgó entre susurros que se hicieron gritos, entre gemidos que fueron trazando las líneas de mi cuerpo,
Su sexo se abrió como una fruta carnosa y madura, para que toda la fuerza de mi existencia encontrara allí un sentido antes ignorado.
En ese torbellino de besos interminables, de caricias ardientes y desesperadas, con su imagen devuelta por el espejo, de frente, de espaldas, sobre mí, húmedos hasta el éxtasis, nos quedamos rendidos en un abrazo sin fin.
Estaba dejando mis alas...ya no era ese ángel distante. Ahora era un hombre, un hombre entero y acababa de entenderlo entre los gritos y susurros de mi Princesa Oriental.
¿Cuántas veces estuve multiplicado en los espejos de su ardor, de su fuego encendido....Una vez...dos....diez.?
Poco importa. El tiempo del placer...no tiene límite alguno!
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Pero no alcanzan las palabras para describir lo que me hizo sentir...
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